Alimentación consciente: presencia, placer y coherencia
Imaginá una mañana común: suena el despertador, vas a mil, el café apurado, las tostadas que se pasan de punto. Al súper llegás en modo automático; a la noche, la cena se disfruta… pero asoma esa punzada de culpa. Esa escena muestra algo que nos pasa a muchxs: una relación tensa con la comida. En Proyecto Awakenova proponemos recuperar presencia, coherencia y libertad interna para decidir cómo, cuánto y qué comés, sin culpas ni fórmulas rígidas.
¿Comer o alimentarse? Para Proyecto Awakenova, alimentarse es más que “llenar el tanque”: es una conversación entre tu cuerpo, tus emociones y tus valores. Comer con atención no es perfección: es elección informada. Cada plato impacta tu energía, tus vínculos y también el planeta. Por eso hablamos de disfrute sin culpa, autonomía (sin gurús) y bioindividualidad: cada cuerpo es único; lo que a otro le funciona, a vos puede no servirte.
A propósito de la nota a HARVEST, quedó una idea potente: placer, nutrición y salud pueden convivircuando hay criterio, calidad y cuidado en el detalle. No se trata de “simular” ingredientes, sino de mejorarlossin borrar su identidad, de equilibrar sin perder sabor, y de ofrecer opciones que incluyan a todxs (omnívoros, veggies, keto, high-protein) sin imponer modas.
Y de la nota a CHECA rescatamos el espíritu de slow food y comida reconfortante: estacionalidad, naturaleza como guía, y esa calidez de “living de abuela” donde cada bocado es recuerdo y caricia al alma. Alimentar también es cuidar.
Qué entendemos por alimentación consciente
Es prestar atención plena al acto de comer: observar, oler, saborear, agradecer. Es alinear lo que elegís con cómo querés vivir. La ciencia recuerda que el cuerpo “pasa lista” de nutrientes; la práctica muestra que con variedad y calidad tu energía, humor y descanso lo sienten. La clave no está en listas rígidas, sino en pequeños acuerdos sostenibles.
Pilares (con ejemplos simples)
1) Presencia al comer. Tres respiraciones antes del primer bocado. Mirás colores, texturas, aromas. Bajás una marcha. Ejemplo: celular lejos, comer sentado, masticar lento.
2) Escucha del cuerpo. Registrar hambre y saciedad, y cómo te sentís antes/durante/después. Ejemplo: si llegás con hambre voraz, sumás proteína y fibra; si quedás pesadx, ajustás porciones la próxima.
3) Calidad y origen. Priorizar fresco, estacional y, cuando se pueda, local. Cuidar la materia prima preserva nutrientes y sabor. Ejemplo: frutas cortadas al momento; endulzantes y harinas con mejor perfil; menos ultraprocesados.
4) Contexto y emociones. El cómo, con quién y para qué comés importa. Ejemplo: mesa amable sin pantallas, música suave o buena charla; comer también nutre lo vincular.
5) Flexibilidad 90/10. La constancia vence a la perfección. Ejemplo: 90% nutritivo y 10% de placer libre; sin culpas, con presencia. Esa cuota de disfrute sostiene el hábito.
Inversión o gasto: cambiar el lente
Cuando pensás la comida como gasto, recortás en lo que no “se ve”. Cuando la pensás como inversión, elegís calidad y equilibrio porque sabés que eso vuelve en energía, foco, ánimo y salud. El cuerpo se construye 24/7 con lo que le das: lo que ponés en el plato es materia prima de tu bienestar.
Detalles que hacen la diferencia (inspirados por ambas notas)
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No simular, mejorar. Cambiar harinas y endulzantes por versiones de mejor perfil sin perder el alma del plato.
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Equilibrio real, no moda. Si elegís keto/veggie/omnívoro, que sea con criterio: proteínas suficientes, grasas de buena calidad, carbohidratos inteligentes.
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Cuidado en la elaboración. Gestos simples preservan nutrientes y sabor (cortes al final, miel fuera del horno, granolas sin azúcar añadida bien balanceadas).
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Estación y entorno. Dejar que la naturaleza marque el ritmo: hongos en otoño, frutas y flores en primavera; colores del entorno que dialogan con el plato.
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Calidad humana. La comida también “abraza”: servicio atento, escucha y calidez. Nutrición es alimento y vínculo.
Prácticas concretas para tu día
Mañana consciente. Tres respiraciones + vaso de agua registrando temperatura y sensación + desayuno simple y real (fruta, proteína, grasa buena). Comés sin pantallas, lento.
Compra con intención. En feria o súper, preguntate: ¿Me nutre? ¿Es de estación? ¿Se alinea con mis valores? Leé etiquetas con calma. Evitá llevar por ansiedad.
Comer afuera. Buscá platos sencillos y frescos; pedí ajustes si los necesitás. Al final, notá: ¿Cómo me cayó? ¿Cómo está mi energía?
Plan B realista. Tené bases listas: legumbres cocidas, huevos, hojas verdes, granos cocidos, semillas. Resolver rápidotambién es autocuidado.
Micro-práctica (3 minutos)
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Sentate cómodo, pies al piso, inhalá/exhalá por nariz 3 veces.
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Tomá agua registrando textura y temperatura.
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Llevá una mano al abdomen y preguntate: ¿Tengo hambre física o busco calmar otra cosa? Elegí en consecuencia.
5 preguntas para abrir reflexión
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¿Cuándo fue la última vez que disfruté plenamente una comida?
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¿Qué emociones aparecen cuando como?
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¿Esto responde a hambre real o a otra necesidad (estrés, aburrimiento)?
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¿Cómo se siente mi energía 1–2 horas después?
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¿Qué pequeños cambios puedo sostener esta semana?
Receta base versátil (lista en 10’)
Bowl de quinoa + vegetales + proteína + crocante + toque ácido.
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1 taza de quinoa cocida
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1 taza de verduras de estación (crudas o salteadas)
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½ taza de garbanzos/lentejas o 2 huevos/150 g de yogur natural
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1 puñado de nueces/semillas
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Aliño: oliva + limón + hierbas + pizca de sal
Variantes: sumá zapallo asado, brócoli, choclo, perejil/cilantro. Prepará extra y resolvés dos comidas.
“La atención plena abre una puerta al despertar.”
Si abrazás la alimentación consciente, cada comida puede ser un acto de presencia y coherencia. En Proyecto Awakenova acompañamos ese camino con curiosidad, libertad y disfrute: menos reglas, más escucha; menos culpa, más calidad; menos perfección, más constancia. Porque alimentarte bien no es un lujo: es una manera amable de invertir en vos.
